jueves, 14 de octubre de 2010

Azul azulado azulejo asusta



Crecen
las rejas
las alarmas
las verjas
las armas.

Pobres únicamente esas almas
Cada vez mas aisladas
En un cajón.

Es que la inseguridad crece
La inseguridad es el futuro
Que depende
Según de que lado Estés del muro.

El cielo de azul se cubre
Ya no puede verse ni una nube
Pero no alcanzan las paredes
Las puertas
Las rejas
Las placas

Estamos ante la presencia
De una sólida
Pero gaseosa esencia
Que ve causa
Pero
Jamás consecuencia

Luciernago Sinluz

miércoles, 6 de octubre de 2010

Brote

Brote, sentir que una palabra bien colocada hace sucumbir el pecho. Brote que no es iluminación divina en mi, si no trote, algo que nade vaya vuelva caiga siga. Búsqueda desesperada desesperado camino ciego. Pero que se llena al hundir el talón. Brote también para buscar la forma mas perfecta de acariciarte. Brote de navíos, del corte del determinismo de los ríos. Brote.
Como bebo me espasmo me tiento me inclino me arrodillo me recuesto me declino y vuelvo a comer de apenas la punta, un mínimo pedazo, una minúscula porción del hielo de este iceberg inacabable, terminantemente renovable con mi cuchara, diminuta, mis manos.

Ring Raje


Voy llegando a la esquina, mis pies van abriendo paso entre las hojas que el otoño deja a cargo del viento o la vereda, mis manos en el bolsillo acarician una piedra, no entiendo. Mis manos acarician una piedra, cómo llego hasta mi bolsillo sólo él lo sabe, porque yo, que vengo del trabajo, medio tonto medio cansado entre imaginación salgo a flote y nado, no me pongo a darle importancia a las eventualidades del destino de los cascotes que se me presentan. El viento ya ha poblado mi cara, me ha sugerido cerrar los ojos. Le hago caso. Mejor me parece me detengo, respiro suspiro. Exhalo finalmente para avanzar con mi caminata invariable, de pronto de nuevo la piedra. Rozarla nuevamente cautivo los sensores de mis recuerdos. Mis dedos se sintieron mas finos, mas pequeños y frágiles, infantiles, en una palabra. Me asuste como un nene y no pude cruzar la calle, me volví. Me pregunte qué me pasaba, casi inexplicablemente me dieron unas de llorar, parecía un purrete de ocho años o de 15, infatigablemente buscaba a mi mami. Pero súbitamente y en momento pasaron unos chicos en bicicletas de dos ruedas, porque hay bicis de una rueda, me distrajeron y me alegraron, creo que los seguí, corriendo, desesperado, mis zapatillas de lona ruideando.
Como nenito me iba transpirando enchivando la remera que tenia debajo del guardapolvo blanco gris de día jueves , me vi solo. En unas cuadras sin gente, con unas calles sin autos, me vi solo. Solito. Me sentí medio asustado, pero tome coraje, debía salir de esas cuadras oscuras que la noche iba aumentando, ¡listo, ya lo tenia! Tocaba el timbre y disparaba, rápido acelerado y a las patadas, picando rápido para que la vieja no me vea, y doblar en la esquina para que no me vea la vieja. Cerré los ojos para apuntar puntería pues tocaría timbre y rajaría, un botón blando debía ser, uno no muy duro, calculando los segundos mas el miedo. Vi puertas negras y marrones, timbres lujosos y de varios colores los botones. Como ciego a alguno iría. Cuando me decidí estaba parado al frente de uno. Me temblaba el corazoncito, iba a joder a casa ajena, iba a reírme por unos segundos y sentir la adrenalina tras de mi espalda. Saque una mano del bolsillo, en la otra sostenía la piedra, la apretaba bien fuerte. ¡como me latía el corazoncito! Si un auto se encaprichaba en circular a propósito por esta calle hubiera quebrantado ese estado de niñez cardiaca. Cuando me decidí, me encontré corriendo y palpitando. Pase por en frente de una puerta caoba, salte un piso fresco, me torcí el tobillo a mitad de cuadra, sentí un par de ojos apuntando a mi nuca, y esa sensación entremezclada de miedo y audacia, y sujetaba la piedra fuertemente en mi bolsillo, sentía desarmarme,  de captar un escalofrío de mirada aterradora pase a sentirme complacido por la boba hazaña apunte  reírme y termine haciendo puchero de miedo temiendo el manotazo que de veras te roza la espalda y te hace correr mas fuerte. Jamás capte correr sin manos en los bolsillos del guardapolvo, con una sostenía la piedra, con la otra juntaba sudor, jamás entendí nada, ni el golpe que según me dijeron fue provocado por una baldosa rebelde, ni por  qué cuando me levante del suelo tenia un pedacito de ladrillo sujeto a mi mano, como nene que junta piedras para la gomera...
                         Luciérnago.-